pareja en la cama desnudos ella con mueca en su rostro de places

Mientras dormías

Introducción de la autora

A veces, sentimos que nos faltan muchas cosas por vivir y muchos sueños por cumplir. Sólo espero que seamos valientes para que ya no nos falten. Para que nuestros «No» se conviertan en «Sí» y empecemos a descaminar juntos por Madrid. 

Y es que, a la luz del alba, entre el sueño y el despertar,  así te sentía y te siento.

 

            Los primeros rayos de sol de aquel frío mes de enero intentaban acceder a mi habitación. En el exterior se empezaba a escuchar los tímidos sonidos de aquella ciudad que, poco a poco, iba despertando. Pensé que no deberían ser más de las seis de la mañana, que era demasiado temprano para levantarme y que al ser domingo podía ronronear un rato más entre las sábanas de mi cama. Cerré nuevamente mis ojos y me acurruqué en una esquina intentando hacerme pequeñita para que el despertar no me atrapara. Él aún dormía, o eso pensé yo en aquel momento.  

            Sin apenas saber cómo, noté como se aproximó a mí, acurrucando su cuerpo desnudo junto al mío. Sentí el calor que de él emanaba y como su respiración profunda, ya muy cercana, se resbalaba a tocar de mi nuca. Noté  de inmediato su erección cercana a mi trasero y como sus fuertes manos empezaban a perderse entre la suavidad  de la piel de mis senos y caderas.  Para entonces, ya tuve la certeza que estaba despierto.  Quizás ya lo estuviera mucho antes que yo. Quizás había sido yo quien lo había despertado o quizás, había estado haciéndose el dormido todo aquel tiempo. La verdad es que no me importó y tampoco se lo pregunté. Simplemente me cuestioné, a qué sabrían sus besos aquella mañana. Estaba tan distraída en mis pensamientos que no me percaté del tenue susurrar junto a mi oído.

-¡Buenos días niña! -me dijo mientras dulcemente besaba mi cuello. Me apetece jugar a un juego ¿Quieres?

Sin esperar mi respuesta, me agarró fuertemente por mis caderas y siguió deciéndome:

– Continúa bien quieta, haciéndote la dormida. No te muevas. No digas nada. Simplemente déjame hacer a mí.      

En un primer momento me sobresalté, pues no le entendí bien, pero enseguida aquel juego de despertares y duermevela me sedujo.

Él comenzó a recorrer mi cuerpo acariciándolo de forma lasciva. Exploró con avidez cada centímetro de mis pechos, bajando por mi cintura hasta mis muslos. Palpando suavemente  el inicio de mi entrepierna. No pude contener un tenue gemido de placer al notar como uno de sus dedos se adentraba en lo más profundo de mi humedad, explorando los rincones más recónditos de mi creciente excitación. Nuestros cuerpos se sumieron en un acompasado vaivén, tentándonos de una forma que únicamente aquellos que ya han sido  compañeros de baile con anterioridad saben. Él sujetó con firmeza mi trasero con su mano derecha. Yo me recoloqué entre el hueco de su cuerpo buscando su calor, buscando deseosa su miembro, mientras él con la otra mano se lo sujetaba dejándome jugar con él.

         No podía parar de moverme, de accionar inconscientemente mi cuerpo esperándole, abriéndome para recibirle de una forma provocadora, apetente y sexual. Él notó mi excitación e incapaz de evitarlo, su erección se incrementó al máximo. Con un movimiento lento y contundente me penetró. Sentí toda su dureza poco a poco,  adentrándose en lo más profundo de mí. Él soltó un sonido gutural de placer, provocando que mi rostro se quebrara con una mueca de pasión y que se me escapara un gemido cargado de deseo al sentirle así.

-¡Shhhhh! – me riñó autoritariamente, instándome  a que callara y que fuera mi silencio el que nos permitiera continuar con nuestro juego matinal.     .   

          Intentaba estarme callada, cumpliendo sus ordenes, pero a cada embiste de su cuerpo contra el mío, el placer de sentirme poseída por su firmeza me invitaba, como siempre, a descontrolarme y gritar. Sus manos sujetaban la desnudez de mi cuerpo, mientras sus labios lujuriosos besaban y lamían mi cuello. Él movía sus caderas con violencia y en respuesta a ello, yo me estremecía de éxtasis. Me tapé la boca, mordiéndome la mano, para evitar que los gemidos se me escaparan por ella. Pero  cierto era que, realmente estaba deseando que fuera su miembro el que estuviera dentro de mi boca, para así, mordérselo como a él le gustaba. Simplemente imaginarme esa escena, provocó que mi excitación fuera en aumento y que me sintiera más y más mojada por momentos. En un punto me embistió con tal rudeza que ambos nos arqueamos en la cama, acallando una vez más, nuestros gritos de placer para que éstos permanecieran encerrados en nuestro interior y así continuar con nuestro juego.

           Clavé con fuerza mis uñas en su trasero, acercándolo a mí, acercándole para sentirle más profundo, al tiempo que ambos nos adueñábamos posesiva y ávidamente de nuestras respectivas bocas. Nos besábamos con desespero y parecía que se trataba de una competición entre ambos para ver quién podía expresar más pasión.

           Por momentos nuestra excitación se apoderaba de cada rincón de nuestros cuerpos y como si ya fueran uno, ambos no podían dejar de moverse acompasados y desenfrenados. Fui incapaz de contenerme por más tiempo, pues sentía dentro de mí  como el calor de su miembro iba descorchando mi inminente orgasmo y aquel deseo incontrolable de sentirle más a dentro. En ese momento, cual niña traviesa que sabe que va a romper las reglas preestablecidas y que por ello, podrá ser regañada, no pude contenerme y permití que emanara de lo más profundo de mí ser un grito pasional.

            – ¡Dámela! ¡Dámela toda!  -le dije gimiendo, al mismo tiempo que con mi mano acercaba fuertemente su trasero a mí cuerpo sin parar de moverme.

            – ¿Quieres que me corra ya? –me preguntó entre susurros de placer.

            -¡No! ¡Aún no! ¡Pero, dámela toda! –le repliqué suspirando, esta vez ya muy cercana al orgasmo.     

            -¡Pues al decirme esto vas a hacer que me corra! ¡Me corro! ¡Me corro! –me contestó con aquella voz entrecortada de quien ya no es capaz de contenerse por más tiempo. 

           Su respuesta, unida al sentir que ambos, una vez más, íbamos a llegar al clímax al mismo tiempo, aceleró el proceso. Nuestros cuerpos combatieron desenfrenados el uno con el otro sin control y el orgasmo, al fin, nos golpeó a los dos al unísono. Ambos nos atraíamos fuertemente el uno contra el otro, mientras que entre espasmos, él me iba llenando interiormente. No pude impedir que aquel éxtasis me invadiera y a sabiendas, empecé a apretar suavemente mi vagina a su miembro, así como sabía que le gustaba y le hacía disfrutar.

          Finalmente, nuestros cuerpos sudorosos y exhaustos quedaron por unos minutos aún abrazados el uno con el otro, emanando pasión y excitación por cada uno de los poros de nuestra piel. Respirando ambos de forma profunda para ralentizar el ritmo de nuestros corazones y permitirnos saborear tranquilamente, ahora ya sí, en silencio, la dulzura del momento vivido.

           Cerré mis ojos, abracé con mis brazos los suyos y simplemente me quedé allí en silencio. Quieta, muy quieta. Esperando que si no me movía, el tiempo se parase y él se olvidaría que estaba allí. Que se olvidaría de sus recurrentes prisas. Olvidándose y  quedándose un rato más a mi lado abrazándome. Deseando que fuera capaz de vencer sus miedos y que por una vez, deseara permanecer a mi lado, aún con la certeza que no era así.  Olvidando y deseando que todo hubiera sido un sueño. Que todo lo que sentía por él, al despertarme fuera capaz de borrarlo u olvidarlo. Fuera capaz de dejar de sentirlo…

 

Y que todo hubiera pasado como un sueño… mientras dormías.     

 

La NinyaMala

                                  

6 comentarios en “Mientras dormías”

  1. el viejo y el mar

    Sutil y delicioso!!…Enhorabuena niña mala, pues sus relatos se consolidan y nos regala delicadamente una pasaje de sexo entre el el amor y el desamor. Nos regala la secuencia de un juego pactado de una pareja que vive el placer de una forma bonita y limpia, y nos recuerda que dentro del deseo y el desaliento de los sentimientos el convencionalismo es posible.
    Gracias por compartir mediante la magia de sus letras imaginarias sus anhelos y sus más íntimos momentos.

    1. Mil gracias viejo marinero,

      Pues muy bien explicado y hayado. A veces no son necesarias palabras soeces, ni grandes virguerías posturales ni lugares exóticos, para que la pasión se desate en palabras y los sentimientos fluyan.
      Me alegra que te haya gustado. Gracias por leerme y comentarme.

      Un abrazo

  2. Me ha encantado, los sueños vividos, el anhelado placer de un domingo por la mañana, sin prisas, sólo los que los cuerpos ansían,… hermoso relato, un beso 😘

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